Estoy atrapada en una habitación una sola
ventana filtra la luz tenue. Es la esperanza insegura del mañana. Fijo la
mirada en la lejanía, como si hubiera algo en que posarla. Grito pero nadie
escucha. Necesito que me escuchen, necesito una palabra de fe, necesito que me
den esperanza. Necesito un ser humano, que sienta, que escuche, que vea que no
soy de piedra. Los ruegos no paran.
Que Dios se apiade de mí, si es justo que me traiga la muerte será más dulce que esta agonía muda.
Que Dios se apiade de mí, si es justo que me traiga la muerte será más dulce que esta agonía muda.
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